martes, 6 de octubre de 2009

Perfecto


Hay mañanas que al despertar extraño terriblemente tu presencia calentando mi cama, mañanas en las que olvido por completo que ya hace tiempo que mi lecho no te siente.
El destino se emperró en que nuestros caminos se unieran, por más que yo te hubiera ignorado sin saberlo, tarde o temprano, te iba a ver, a notar, a sentir.
La noche que te vi tocar, que te noté por primera vez, el calor me ahogaba; pero pronto llegó el alivio de la lluvia.
Me penetrabas con la mirada como tratando de descubrirme, pero nunca lo lograste, jamás pude dejarte entrar. Nuestros cuerpos se iban acercando temiblemente a cada minuto que pasaba, ¡era inevitable! Y cuando nuestros cuerpos se unieron, fue un choque, terrible, fuerte, desenfrenado.
Como si toda la vida nuestros cuerpos se hubieran estados buscando, y en ese momento bruscamente se encontraron, para amarse como solo ellos podían, para brindarse como solo ellos sabían, para descubrirse luego de tanto necesitarse.
Sabíamos que hacíamos mal, que eso no era justo para otros, pero era tan perfecto para nosotros.
A veces temía que hubieras perseguido tanto este sueño, que al tenerlo en tus manos y convertirlo en realidad, toda la pasión se terminaría con la realidad. Pero no fue así, cada momento me amabas más, y más.
Yo… amaba tu cuerpo, tu forma de amarme, tu forma de hacerme sentir tan llena y extasiada de placer, tanto que por momentos pensaba que no habría mas que eso, que era imposible sentir mas.
Es que la vida pasaba y nuestros cuerpos se embriagaban el uno con el otro. Solo tocarnos nos producía el temblor mas frenético que anticipaba la lucha interminable de nuestros cuerpos. Nos pasábamos horas haciendo el amor, vos dentro mío dándome con toda la fuerza, haciéndome gritar de placer. Mi piel traspiraba, se calentaba de tal forma que mas de una vez pensé que nuestros cuerpos terminarían extintos en cenizas… esparcidos por el cuarto.
Había momentos en que ya no podíamos hablar, ya casi no podía sentirte en mi vida, me ahogaba de saber que estabas ahí, que te sentías el dueño de mi mundo. Pero cuando quería poner fin a todo tu callabas y solo me rozabas, mi piel mandaba y mi cuerpo se entregaba.
Nunca pensé que dos cuerpos podían estar creados el uno para el otro, pero así era. Un tormento, un juego macabro del destino, ¿Cómo podíamos ser tan terriblemente compatibles al amar y tan distintos al vivir?
No hay peor cosa que el sentirme ahogada, siempre te lo dije, que si me hacías sentir así por mas que te amara me iba a ir… y así fue, solo me llevé los recuerdos grabados en mi piel; todo lo otro fue borrado, sacado de este mundo.
Ahora solo estamos uno bajo la piel del otro, dormidos, casi perfectos…

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encanta lo que escribis, como tu me encantas ... quien pudiera ser perfecto para vos !!