domingo, 23 de agosto de 2009

Sin esperar


Hay relaciones en las cuales no esperamos nada del otro, eso hace que a cada movimiento nos sorprendamos … y así perduran en el tiempo.
Hay otras que es tanto lo que esperamos del otro que nunca nos conforma, ni nos llena, porque siempre queremos más y nos sentimos vacíos.
De ti nunca espere nada, por eso siempre fue casi perfecto, te convertiste en aquel que nunca estaba pero siempre aparecía, y así se nutria un círculo que cerraba perfecto.
Me gustaste siempre, desde el primer día que te vi, tan amable y con esa sonrisa tan amplia como tu simpatía.
Creo que por mucho tiempo no me registraste, fue la etapa en la cual era invisible.
Pero un día ya no lo fui más y empezamos a hablarnos, a intercambiar mails y a hacer todas esas cosas que hace la gente en estos tiempos.
Una noche salí con una amiga y te encontré y tomamos algo. Creo que nunca alguien me miro así, como si hubieras deseado en ese mismo momento quitarme toda la ropa y recorrerme sin freno hasta el final. Yo estaba encantada con el solo hecho de que me miraras.
Después el contacto fue más frecuente hasta que al fin arreglamos de vernos, yo iría después de un recital a tu casa a tomar algo, si, claro… tomar algo.
Al llegar creo haber estado temblando, no se si fue el frió o tu cercanía;
estabas viendo tele en la cama y muy amablemente me invitaste a entrar en ella… y lo pensé, no se, dos minutos. Primero me saqué el abrigo y poco a poco el resto de la ropa.
Tu cara era de alguien que realmente no podía creer lo que estaba pasando, me quede solo con una musculosa y una tanga de encaje color turquesa, y te dije, “el sacarme lo que resta tiene otro precio”. Sonreímos y me metí en tu cama.
Nos quedamos ahí abrasados mirando la tele, hasta que mi mano se metió debajo de las sabanas y empecé a tocarte… como adoro ese cuerpo impecable, esa piel bien morena, ¡toda para mi!
Tu respuesta no tardó en llegar y ahí todo comenzó, debo decir que, lamentablemente para mis otros amantes, el sexo con él siempre fue sublime…
Nos besamos terriblemente, no parábamos de mirarnos, de admirarnos el uno al otro y te desear, más y más, si… mucho más.
Ya tu cama era un torbellino de placer, no nos alcanzaban las poses, ni el tiempo, ni nada de nada, era demasiado.

Me encanta tenerte dentro mió, bien adentro, sentirte gemir y saber que es porque conmigo disfrutas de verdad.
Adoras ponerte detrás de mi, y mirar como me pongo cuando sos todo mío, como no sos de ninguna.
Siempre me decís que no hay como mi cola, ni mi sexo, y a veces creo de verdad que adoras esas partes mías más que a mi misma, pero no me importa, porque se que igual te tengo, jajaja.
En la cama estamos en comunión, nos entendemos de una forma que me asombra, sabemos siempre que es lo que el otro quiere o necesita, y siempre es como la última vez… siempre lo puede ser.
Desde esa vez ya pasó más de un año, por nuestras vidas a pasado de todo, pero nunca pasamos nosotros.
Yo se que cuando me necesites o yo lo haga, con solo pensarte voy a recibir un mensaje que me robará una sonrisa, y después una cita donde nos vamos a hundir en el placer sin concesiones de nuestros cuerpos, hablando, entendiéndonos, entregándonos sin pedir nada.
Nunca espero nada de vos, ni vos de mi, por eso todo lo que nos damos está bien, y cada vez que entras en mi vida es una sorpresa…
Y así sin esperar nada, a cambió de eso, me quedé bajo tu piel sin decir nada, solo para que me necesites…

Gracias por darme siempre una alegría …

1 comentario:

You nokw dijo...

Ayayayayk, esa foto.
Esa foto.




(la palabra de verificación es Inecto... qué raro :S)